Hay veces en las que parece que nuestra vida es más parecida a un torbellino que a una brisa primaveral, ¿no crees? Desde que abrimos los ojos por la mañana, hasta que logramos volver a la cama no paramos, y cuando por fin llega la noche, estamos exhaustas. Yo creo que la gran mayoría de nosotras anhela días más tranquilos. Pero, ¿cómo podemos lograrlo?
Debemos evaluar nuestros compromisos y nuestras posesiones para quitar lo que no es esencial y así comenzar a disfrutar una vida más tranquila tanto en el ámbito físico como en el económico. ¿Cómo lo hacemos?
Piensa si es totalmente necesario que participemos individualmente y como familia en todas las actividades que se nos presentan. Por ejemplo, nuestros niños no necesitan estar en el equipo de fútbol, en las clases de piano ni en el cursillo de inglés avanzado. Son cosas buenas, pero no son absolutamente necesarias para el desarrollo y felicidad de ellos. Lo que sí necesitan es un hogar estable, comida nutritiva, educación, descanso y ropa. ¡Con eso les basta! Si el resto de las cosas está llenando de estrés vuestras vidas, es mejor dejarlas y haremos un gran favor a nuestra familia.
A veces nos es difícil desprendernos de cosas y tendemos a dar un valor emocional a muchos de los «recuerdos» que llenan nuestros hogares. Desde figuritas, fotos, cartas, cuadros, y muchas cosas más, todo nos parece tremendamente importante y vamos pasándolo de una estantería a la otra. Pero, ¿te has puesto a pensar en todo el tiempo que pasamos limpiando y organizando esos recuerdos? Quizás puedes guardar esos recuerdos en cajas bonitas dentro de tus armarios y así los tienes cerca para verlos cuando quieras. De esa misma forma logras que tu casa se vea más recogida, con espacios más amplios, y a la vez liberas tiempo que puedes usar para otras cosas.
Evalúa cada compra que haces siendo sincera contigo misma sobre si es una necesidad real o sólo un capricho. Perdemos mucho tiempo y paz emocional pensando en lo que queremos y planificando ir de compras, en muchas ocasiones totalmente innecesarias. Si tienes cuatro pares de zapatos, tres faldas, cinco blusas y cuatro pares de vaqueros (jeans), ¿de veras necesitas ir «urgentemente» a comprar ropa? Si tienes en la alacena o en tu nevera leche, huevos, harina, jamón, queso y pan, ¿puedes decir de forma veraz «vamos a comer fuera porque no hay “nada” para comer»?
Necesitamos aprender a vivir de forma más sencilla, y a valorar lo que es realmente importante: nuestra paz con Dios, paz con los que nos rodean, y paz con nosotras mismas.
Lisania Meléndez-Rhoton
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