SOLDADOS DE JESUCRISTO
 

¿Qué es interceder?

Es presentar a alguien delante de Dios, actuar de intermediario en algún asunto. La oración intercesora ocurre cuando una persona, grupo, iglesia se pone de intermediaria, en la tierra, entre Dios y un pueblo, nación, etnia. Reconociendo que Jesucristo es el único mediador entre los hombres y Dios. Pero como salvos nos ponemos en la brecha.
Interceder en oración es presentar ante el Señor las necesidades urgentes de individuos, pueblos o naciones, como una carga propia.

SALMO 117:1-2
Alabad a Jehová, naciones todas; pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, Y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.

La intercesión es una herramienta útil en la batalla espiritual, seamos parte de la respuesta a un mundo necesitado, que está en tinieblas, ellos conocerán la verdad y la verdad los hará libres.

el inmenso poder que tienen el ayuno y la oracion, unidos a la confesion con fe de la palabra de Dios.

esto es una bomba nuclear en el reino espiritual que destruye todo el poder y las obras de satanas.

a veces pensamos los cristianos, que por el solo hecho de haber nacido de nuevo y ser salvos por gracia, Dios nos va a dar automaticamente, como el café express, de un dia para otro, el crecimiento, la vision, la uncion y los milagros……

como si dios fuera un microondas, una lavadora automatica o un televisor de control remoto, donde escogemos lo que queremos y lo que mas nos gusta en un instante, para nuestro capricho y antojo.

sin embargo en la biblia, Dios y su reino, no funcionan asi nunca jamas. en la gran comision que jesucristo ordena a sus apostoles y a su iglesia, para servir y digo servir a toda la raza humana, ofreciendoles su unico plan de salvacion, lo unico que funciona es el plan jesus.

nadie ha movido nunca el corazon de Dios a su favor o a favor de la tierra, si no ha usado la oracion y el ayuno, para recibir la presencia real de Dios y la gloria de Dios manifestada.

tampoco, para recibir la uncion y el poder de Dios. tampoco para recibir la vision y la revelacion de Dios.
tampoco para recibir todo tipo de milagros junto con toda la provision de Dios, para realizar el plan y proposito del espiritu santo que es, la salvacion de las almas, ya sean familiares, amigos, pueblos,naciones y sus gobernantes.

todos ya conocemos , como existen en la biblia numerosos ejemplos y bastantes capitulos y versiculos especiales, dedicados a enseñar y practicar el ayuno y la oracion, tanto, en situaciones normales como en las especiales; con diferentes formas, maneras y metodos especificos.

la biblia enseña claramente, como, alguien en particular, varios o todo un pueblo, se ponian delante de Dios, humillados, arrepentidos,
sometidos, quebrantados en humildad y luego……. con intenso clamor,gemir y lagrimas e intercesion
esperaban con fe,paz y gozo que el espiritu santo en accion, se manifestara con tremendo poder.

la biblia enseña que existen tres tipos especiales de ayunos que atraen el inmenso poder y la presencia de Dios:

uno, qu es el ayuno de arrepentimiento para santificacion, para ser mas como jesus , para obtener mayor poder y autoridad;asi como para obedecer la palabra de dios en contra de la tentacion y el pecado que nos asedia cada dia a todos.

dos,el ayuno simple y sencillo de gratitud y alabanza a Dios, por lo que Dios es y por todo lo que ha hecho jesus en su obra en la cruz a nuestro favor.
sin peticiones, solo enamorados del señor contemplando la hermosura de su santidad en adoracion  recordando ademas, todas las cosas buenas que Dios nos da cada dia, despues de la salvacion tan grande que hemos recibido, como son , la familia, la salud, el trabajo, el dinero,la casa, los coches y largo etc. con su inmensa paz,alegria y proteccion.



finalmente, y tercero, el ayuno de gran intercesion para que venga el reino de Dios sobre la tierra y se establezca en los corazones y en las mentes de las almas, empezando por su propia iglesia y sus ministerios.

este ayuno confronta a todo ser humano con su amor ,su santidad y su justicia,para llevarlo siempre al arrepentiemiento y a disfrutar de la salvacion y presencia genuina del espiritu santo.

este ayuno, atrae una visitacion de Dios sobrenatural, con gran poder y milagros, reprendiendo y destruyendo el reino de las tinieblas que gobiernan, personas diabolicas, gobernantes y autoridades malvadas y corruptas.

este ayuno sacude a la misma iglesia y la hace vivir en su presencia sin las ataduras de la carne y la religion. todos los frutos del espiritu santo y todos los dones y ministerios regresan a la unidad y al orden de Dios, en beneficio de todas las almas; con gran prosperidad espiritual,y financiera para todos los cristianos de todas las iglesias locales.

El ministerio de intercesión

 

En las religiones primitivas, el motivo principal que moviliza al hombre a orar parece

Ser la necesidad. Oprimido bajo el peso de diversos males el hombre se esfuerza por

Despertar la atención de la divinidad con invocaciones y con el ofrecimiento de dones.

De aquí se derivan expresiones comunes como: “¡Escucha! ¡Ten piedad! ¡Recíbenos!

¡Nosotros te ofrecemos, recíbenos con benevolencia! Las conocemos en la Biblia y en

Toda la tradición cristiana. El motivo primario de la oración es siempre el mismo y

Conserva toda su fuerza.

Los Pastores y en general, los autores cristianos admiten esta situación: el sentimiento

de nuestra miseria nos lleva a buscar protección en Dios. Escribe San Juan

Crisóstomo: “¿Dices que tu no tienes necesidad de orar? Lo necesitas justamente

porque crees no necesitarlo

El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices:

pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso "luchar en la

oración" (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más

espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de

nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni

dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser

pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición

ya es un retorno hacia El.(Cat. 2629)

El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el

Antiguo. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la

esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada

día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que S. Pablo llama el

gemido: el de la creación "que sufre dolores de parto" (Rm 8, 22), el nuestro también

en la espera "del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de

esperanza" (Rm 8, 23-24), y, por último, los "gemidos inefables" del propio Espíritu

Santo que "viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como

conviene" (Rm 8, 26).(Cat. 2630).

El grupo intercede

Cada uno de nosotros, todo el grupo, está llamado a interceder, pero hay hermanos a

los que Dios mismo ha constituido centinelas, a los cuales les ha dado un carisma

particular de intercesión a beneficio de los hermanos y que, por lo tanto, gozan de un

favor especial por parte de Dios.

Estos son los hermanos que normalmente forman parte del grupo de intercesión por

determinadas necesidades (situaciones de sufrimiento) personales.

La oración de intercesión es uno de los tipos característicos de la oración cristiana.

La intercesión es una oración de

petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. El es el único

intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular

(cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de "salvar perfectamente a los que por

él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor" (Hb 7, 25). El

propio Espíritu Santo "intercede por nosotros... y su intercesión a favor de los santos

es según Dios" (Rm 8, 26-27).(2634)

Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme

a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de

la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora

busca "no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le

hacen mal (recuérdese a Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60;

Lc 23, 28. 34).(2635)

Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de

participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El Apóstol Pablo les hace

participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él

intercede también por ellas (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los

cristianos no conoce fronteras: "por todos los hombres, por todos los constituídos en

autoridad" (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los

que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).(2636)

¿Dónde?

El intercesor no tiene necesidad de lugares particulares para orar. Puede orar en el

secreto de su habitación, puede orar en la Iglesia frente a la Eucaristía, puede orar

reuniéndose junto con otros.

La oración hecha con otros (en este caso hecha con los otros hermanos del ministerio)

nos ayuda, nos sostiene y tiene una potencia particular sobre Dios por el motivo de

que Jesús está particularmente presente. Él dijo: “donde hay dos o tres reunidos en mi

nombre Yo estoy en medio de ellos”. Este orar juntos no tiene que ver necesariamente

con estar reunidos en un mismo lugar sino, sobre todo, establecer con los otros una

comunión más intensa y ponerse de acuerdo a cerca de intenciones precisas por las

cuales se intercede.

Los hermanos del ministerio, con la finalidad de reforzar mucho más su comunión

espiritual y con el fin de compartir su realidad ministerial, se deberían encontrar

periódicamente con iniciativas del coordinador del ministerio.

La oración de intercesión requiere algunas condiciones espirituales esenciales: la fe

(confianza), la perseverancia, el perdón, la asistencia del Espíritu Santo.

Debemos orar a Dios por cualquier problema, no solamente por algunos. Podemos

tener la tentación de limitarnos a las cosas espirituales, pero tenemos que aprender a

dejar entrar a Dios en todos los aspectos de nuestra vida: “No se angustien por nada,

sino que en toda necesidad manifiesten a Dios sus necesidades, con oraciones, súplicas

y acciones de gracias” (Fil 4,6).

Jesús nos asegura que la respuesta de Dios es segura frente a la oración llena de fe:

“Todo lo que pidan con fe en la oración lo obtendrán” (Mt 21,22).

Sin embargo, parece que a veces Dios no nos quiere escuchar. En realidad ciertas

cruces, de un modo que no estamos en grado de comprender, son necesarias para

nuestro bien, para nuestra sanación más profunda, para nuestra conversión, para

nuestra salvación o para la salvación de otros.

Nuestra tarea es orar siempre y con perseverancia convencidos del amor que Dios nos

tiene.

La perseverancia es la concreción de la fe, de la esperanza y del amor. De la fe porque,

si somos constantes en la oración, generalmente, quiere decir que creemos que Dios

puede escucharnos. De esperanza porque sólo perseveramos tenazmente en la oración

si esperamos que Dios nos responda. De amor porque solamente el amor nos da la

fuerza de ser constantes.

Su misericordia se derrama sobre el que es misericordioso con los propios hermanos.

El ejercicio del perdón y de la misericordia con todos puede encontrar un momento

privilegiado durante los encuentros del ministerio. “Cuando oren, si tienen algo contra

alguno, perdonen” (Mc 11,25).

Es el Espíritu Santo el que nos da la fuerza carismática de la oración de intercesión.

Es Él que ora con nosotros y en nosotros incluso cuando nuestra oración, aunque

estemos abandonados en Dios, se vuelve incierta y no sabe qué pedir: “Y de igual

manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos

cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con

gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del

Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.”(Rm 8,26-27).

¿Qué debemos pedir?

La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que

viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una

jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para

acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del

Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad

apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el Apóstol por excelencia, que

nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración

cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo

bautizado trabaja en la Venida del Reino.(Cat 2632)

Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda

necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para

rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf

Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en

toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).(Cat. 2633).

¿Dios escucha nuestra oración?

En toda la vida de oración aparece un gran problema, no en el plano teórico sino en el

de la vida: ¿por qué nuestras oraciones no son siempre escuchadas? El Evangelio dice

claramente : “Todo lo que pidan con fe en la oración lo obtendrán” (Mt 21,22).

En el contexto en el que fueron pronunciadas estas palabras, se comprende, sin

dudas que el acento está colocado más sobre la “fe” que en “aquello que pidan”. La

mentalidad hebrea ha sido calificada de objetivista: se interesa mucho más en el

hombre que ora y en sus disposiciones que en el objeto del pedido. El ciego del

Evangelio dice expresamente que Dios no escucha a los pecadores (Jn 9,31). Los

documentos del tiempo judeocristiano están marcados por esta actitud. Parecen más

preocupados por indicar las condiciones interiores de la oración que el contenido.

Por el contrario, en el contexto griego se manifiesta una tendencia “objetiva”. Para

ellos la pregunta es entonces: ¿Cuál es la oración que puede ser escuchada y cuál la

que no lo será? Podemos orar por todo aquello que es bueno, concretamente, dice

Casiano, por aquello que está contenido en el “Padre Nuestro”. La petición de un mal o

de una cosa pecaminosa está prohibida ofende a Dios.

Pero en las dos actitudes, la cuestión queda resuelta solamente en sus líneas

generales. En cierto sentido, desde el momento que el hombre es pecador, ¿ninguno se

puede dirigir a Dios? Y en cuanto a las cosas pecaminosas surge la duda con respecto

a lo que está situado en el límite entre el bien y el mal, sobre todo porque nuestro

juicio se encuentra oscurecido por la ignorancia. Tendríamos que sacar la conclusión,

como lo hace San Clemente de Alejandría, que solamente la oración del “gnóstico” (el

iluminado), puede ser escuchada.

Orígenes, aunque sigue la misma línea, afronta la cuestión de un modo más justo

teológicamente. Él subraya que nos encontramos delante de un misterio que no es

accesible sino al Espíritu Santo, porque solamente la voz del Espíritu llega hasta Dios.

La buena voluntad humana que expresa sus deseos no llega siempre a colocarse en

armonía con el Espíritu; permanece ignorante con respecto a las verdaderas

intenciones de la economía de la salvación, “porque ni siquiera sabemos pedir lo que

nos conviene” (Rm 8,26) y por esto “el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”.

Esto se realiza del siguiente modo: nosotros rezamos, pero el Espíritu “interviene”; su

voz es más fuerte que la nuestra, que está inspirada por la ignorancia. De este modo,

nuestra oración siempre es escuchada, pero según la voz del Espíritu (que es también

la nuestra, porque el Espíritu forma parte de nuestro yo).

El principio general que guía la formulación de las peticiones es el que rige toda

palabra y acción cristiana: se necesita “sintonizar” con el Espíritu, o, con el Hijo,

porque el Verbo, dice Orígenes, está presente en nuestras oraciones como Pontífice,

Intercesor y Mediador de nuestros ofrecimientos al Padre. Cuando las personas se

ponen de acuerdo, el aspecto objetivo y subjetivo coinciden fácilmente.

El mismo principio lo encontramos en el lenguaje bíblico, cuando se nos exhorta a una

oración llena de fe (Mt 21,21). Esto significa mucho más que una “confianza”

psicológica. Aquellos que “creen” siguen sinceramente a Jesús en las acciones y en el

pensamiento; han recibido el mismo Espíritu que los discípulos de Jesús (Hech

11,17).

Cuando Casiano se ocupa de este problema, se interesa por observar: “Tengo que decir

lo que me ha revelado la experiencia acerca de los signos por medio de los cuales se

reconoce que una oración es escuchada por el Señor”. Tiene que estar “llena de fe”. Él

interpreta esta fe sobre todo en sentido de “confianza”: “si ninguna duda ha

atravesado nuestra oración”. Para no quedarnos en un nivel meramente psicológico, él

muestra con la autoridad del abad Germano, que “esta confianza... viene de la

conciencia pura; pero nosotros, agrega, que sentimos todavía en nuestro corazón la

dolorosa espina del pecado, ¿cómo podemos tenerla?... ¿qué méritos nos podrían

autorizar a presumir que nuestras oraciones serán escuchadas?

La insistencia sobre la fe en la oración se lee en todas las páginas del diario espiritual

de un taumaturgo ruso reciente, Juan de Kronstadt. “Recuerda que cuando oras, Dios

espera que respondas afirmativamente a la pregunta que te hace interiormente: “¿Tú

crees que yo puedo hacer esto? (Mt 9,28). A esta pregunta le debes responder desde lo

profundo del corazón: “¡Sí, Señor!”. “El corazón que duda que Dios le pueda conceder

lo que pide, recibe el propio castigo: queda atravesado por la duda. Que ni siquiera la

sombra de una duda llegue a irritar a Dios omnipotente, sobre todo de parte tuya, que

ya has experimentado muchas veces la omnipotencia de Dios”. “Mucha gente ha

perdido la fe o porque ha perdido completamente el espíritu de oración, o porque no lo

ha tenido nunca y continúa sin tenerlo; en definitiva, porque no ora”.

A los textos que exhortan a orar con fe es necesario agregar aquellos en los que Jesús

enseña a sus discípulos a orar en su nombre: “Todo lo que pidan en mi nombre Yo lo

haré” (Jn14,13; 15,16; 16,23). Conviene estudiar estos textos en el contexto del

discurso de la última cena. Concluyendo la alegoría de la viña (15,1ss), Jesús confía a

los suyos una consigna esencial: el amor mutuo, como expresión del amor del Hijo por

el Padre (15,10) y del Padre por el Hijo (17,23). La permanencia en la Palabra de Cristo

(15,7) es la condición para ser escuchados en la propia petición.

No se trata de un poder ligado al nombre, como sucede en la magia. El cristiano que

ora en nombre del Señor Jesucristo toma conciencia de su presencia benévola junto a

él y en él: de este modo su oración se hace en la confianza más perfecta.

Es importante, finalmente, que el ministerio de intercesión tenga un coordinador que

recoja las intenciones de oración y las confíe, según su discernimiento, a algunas

personas del ministerio.





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Si tú de mañana buscares a Dios,
Y rogares al Todopoderoso;
8:6 Si fueres limpio y recto,
Ciertamente luego se despertará por ti,
Y hará próspera la morada de tu justicia.
8:7 Y aunque tu principio haya sido pequeño,
Tu postrer estado será muy grande.
AYUNO DE ACCION DE GRACIAS.
6. am - 3. pm
el primer Domingo de cada mes




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