![]() |
||||||||
![]() Somos tan ilusas que nos lo creemos. Y, de repente, nos introducimos en una lucha contra nuestra propia naturaleza, y nos damos cuenta, entonces, que para conseguir ese cuerpo perfecto que anhelamos, no podemos comer de todo, tenemos que machacarnos en el gimnasio, tenemos que pasar hambre y, sobre todo, fundir nuestras tarjetas de crédito con cremas, productos adelgazantes, ropa, etc. La verdad es que, mientras escribo esto me planteo cuál puede ser la ganancia que obtenemos con todo esto… Poco a poco, nos hemos ido convirtiendo en «adoradoras de nuestro propio cuerpo», y sería bueno que nos preguntáramos por qué: por qué nos dejamos llevar, por qué nos dejamos influenciar de esa manera, por qué comenzamos a emplear tiempo y esfuerzo extras en algo que es perecedero. No, no es cuestión de irnos a los extremos. La Biblia dice que «somos templo del Espíritu de Dios» (1ª de Corintios 3:16) y, como tal, hemos de cuidarnos, por nuestra propia salud y bienestar físico y mental, pero… no convertirlo en nuestro objeto de culto. Hemos de cuidar nuestro aspecto exterior, pero… no ser esclavos de él a través del consumismo, las modas, la enfermedad. Lo que pretende el mundo de hoy va contra natura, y… ¡estamos cayendo en la trampa! No existen ni "el cuerpo perfecto" ni "las medidas perfectas"… ¿Qué nos lleva a pensar que esto es verdad? O, mejor dicho, ¿quién? No sé por qué me da la sensación de que es "cierto individuo" el que está llenando nuestra mente de cosas que, lejos de ayudarnos, está contribuyendo a destruirnos. Sólo hemos de echar un vistazo a nuestro alrededor, o quizá en nosotras mismas, o en nuestras propias familias, en nuestro grupo de amigos, porque las consecuencias no se han hecho de esperar: superficialidad disfrazada de vacío, afán desmesurado por aparentar ser quien no somos, trastornos de la conducta alimentaria, "locura" por las compras, abuso de la cirugía estética, etc. Todo esto dista mucho del verdadero propósito con el que Dios nos ha llamado a vivir en esta tierra y, especialmente, a aquellas que somos sus hijas. No estamos aquí para rendirnos culto a nosotras mismas, sino para dar la gloria a Aquel que nos creó un día e hizo que (más alta, más baja, más guapa, menos guapa, más gorda o más delgada) tú y yo seamos especiales, y no por parecer lo que no somos, sino por ser como somos. SIGUIENTE MUJERES ... |
![]() |